Cuando se dice de una persona que padece autismo, lo habitual es que se asocie con alguien que vive en su mundo, del que no quiere o no sabe salir. También se utiliza con ligereza el término 'estar autista' referido a quien parece estar ausente. Pero la complejidad de los trastornos del espectro autista, del autismo, es difícil de imaginar hasta que se hace un acercamiento profundo al tema.
En ‘El laberinto autista’ se hace perfectamente visible esa variabilidad. Adrián no habla y su familia tiene que utilizar pictogramas para informarle y para intentar saber lo que quiere en cada momento. Su primo Sergio, va a un colegio ordinario y, con apoyos, aprueba el curso. Virginia tiene una discapacidad grave y es totalmente dependiente, mientras que Jorge, de su edad y compañero de residencia, puede salir acompañado a trabajar en una cafetería.
En el documental sorprenden las reflexiones de dos hermanos, de 19 y 11 años con síndrome de Asperger. Cristina, la mayor, estudia Administración de Empresas en la Universidad de Oviedo. Tiene altas capacidades intelectuales, pero es incapaz de ir sola a la facultad, le cuesta superar sus crisis de ansiedad y no soporta el contacto físico. Alberto, tiene un cociente intelectual todavía más alto que su hermana, pero no entiende lo que le dicen sus compañeros. Para él es más fácil entender cómo funciona una central nuclear que a los niños de su edad.