Es relativamente fácil imaginarse cómo los niños aprenden los nombres de determinadas cosas: pelota, perro, árbol, comida, papá.
Pero cuesta mucho más entender cómo aprendemos después a nombrar la soberbia, la amargura, el amor, la felicidad o la melancolía. ¿Cómo se nombraron las emociones?, ¿hay otros sentimientos además de los que el lenguaje contabiliza?
Jaume Trilla
Este texto se propone abordar tan sólo una parte de la enorme labor que realizan los educadores como profesionales que contribuyen a la formación humana; se considera la educación preescolar como uno de los niveles fundamentales en la construcción de los mecanismos que orientarán el comportamiento de los niños y niñas en etapas posteriores de su desarrollo, tanto en el sistema escolar como en otros ámbitos de la vida cotidiana.