La noticia de que nuestro hijo tiene discapacidad intelectual (DI) llega cuando el pequeño tiene entre dos y seis años de edad.
Dejar ir al niño que creíamos tener para abrir nuestro corazón al hijo que tenemos es un proceso muy doloroso.
Sin embargo, para ser la presencia alegre y serena que nuestro hijo necesita, tenemos que conquistar nuestros propios retos y el primero de ellos es la aceptación.
El camino que nos lleva a ella no es lineal sino cíclico. Como una espiral, iremos repitiendo el ciclo en diferentes etapas y ante los distintos retos que la discapacidad nos irá planteando, aunque cada vez con menor intensidad y más recursos para enfrentarlo.
Cada padre vive este proceso de manera diferente y lo encara con los recursos que su propia experiencia de vida le ha dado; sin embargo, todos pasamos por etapas en las que experimentamos rabia, tristeza, ansiedad, confusión y depresión.