Jonze, con la ayuda del escritor y guionista Dave Eggers, ha cogido un cuento para niños y lo ha convertido en toda una melancólica reflexión sobre la soledad, la incomprensión por parte de los adultos, lo difícil que es crecer y dejar de ser el centro de atención, la importancia de dejar volar la imaginación
Donde viven los monstruos no es un film para niños. Es un regalo para todos los que ya hemos pasado de largo esos felices años, y los echamos de menos. Es, por un lado, un cuento sumamente triste y, por otro, una historia que nos arranca casi continuamente una sonrisa.
Recordamos cuando éramos como Max. Volvemos a ser, durante casi dos horas, niños. Y, llegado el final, nos deja mal sabor de boca. No porque no nos haya gustado, sino porque hemos vuelto a la cruda realidad, a nuestro mundo de adultos.
Recordamos cuando éramos como Max. Volvemos a ser, durante casi dos horas, niños. Y, llegado el final, nos deja mal sabor de boca. No porque no nos haya gustado, sino porque hemos vuelto a la cruda realidad, a nuestro mundo de adultos.