Los niños son, con cierta frecuencia, testigos o víctimas de acontecimientos traumáticos que suponen para ellos un gran impacto emocional, por ejemplo; la muerte del padre, la madre o algún familiar próximo. Esto resulta aún más terrible si tiene lugar en un accidente de tráfico que el niño ha presenciado, en cualquier otro tipo de catástrofe o en un atentado terrorista.
Los adultos se encuentran, entonces, en una situación en la que difícilmente saben cómo explicar lo sucedido al niño, cómo tratarle en los días sucesivos o cómo evaluar si su comportamiento y reacciones son realmente normales.
Sabemos que con unas líneas no se puede dar respuesta exhaustiva a cómo abordar situaciones tan dramáticas, pero queremos contribuir con unas pautas básicas que guíen al adulto para hablar con el niño y entender sus reacciones.